La Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España (RAC) ha
propuesto en la ‘Declaración sobre la financiación y gestión de la investigación científica en España-2024’, una moratoria o “pausa precautoria”
sobre la explotación de los fondos marinos y aboga por mejorar el conocimiento
de los mismos.
En el texto que lleva por título ‘Retos y oportunidades de la ciencia
española en una sociedad globalizada’, la Academia comparte la opinión de otros
organismos como el Consejo Asesor de Ciencias de las Academias Científicas de
los Estados Miembros de la Unión Europea (EASAC, por sus siglas en inglés), y
destaca la necesidad de que antes de explotar los fondos marinos y de crear una
minería submarina, se estudien primero las posibilidades de reciclaje y la
disponibilidad de los recursos terrestres. Mucho de los minerales y metales que
se necesitarán en el futuro están presentes, por ejemplo, en los móviles y en
las baterías de los coches eléctricos y son aptas para su reciclaje.
Y es que, aunque reconocen las Academias que el debate sobre los
yacimientos de tierras raras en las profundidades oceánicas ofrece una “gran
oportunidad” para investigar en diferentes campos científicos y tecnológicos,
avisa de que los ecosistemas de los fondos marinos más profundos son muy
frágiles y todavía desconocidos, por lo que hay investigar la biota de estos
medios antes de someterlos a explotación minera alguna. La movilización del
carbono almacenado en la superficie de los fondos marinos puede, además,
afectar al ciclo del carbono y acelerar el cambio climático.
Del mismo modo, la RAC advierte de que tampoco se conoce el efecto que
puede tener la liberación en poco tiempo de toneladas de sedimentos sobre
entornos a donde, los aportes naturales llegan en muy pequeñas cantidades. En
este sentido, insiste en la importancia de priorizar el reciclaje de los
materiales terrestres para minimizar potenciales impactos medioambientales
generados por las futuras extracciones submarinas.
“Hay que conocer esos efectos e incentivar tecnologías para mitigarlos. En
definitiva, es necesario trabajar hasta conseguir estándares científicos que
garanticen la preservación ambiental de los ecosistemas abisales. Biólogos,
geólogos, ingenieros, científicos del clima, oceanógrafos y otros tienen una
gran tarea por delante y mucho que decir a este respecto”, enfatiza la RAC en
su declaración.
El impacto ambiental de las
aplicaciones de la IA
Por otro lado, un
año más la Academia se ha vuelto a hacer eco de la Inteligencia Artificial (IA)
y su impacto, centrándose en esta ocasión en la importancia que tiene en el
sistema productivo, así como las consecuencias ambientales que tiene su uso. De
hecho, se calcula que entrar una sola vez en GPT-3 (el sistema de IA usado por
ChatGPT) consume 1.287 MWh, lo que supone más energía eléctrica que la que genera
una planta nuclear en una hora.
Un dato
llamativo que cobra aún más importancia si se tiene en cuenta que sólo en enero
de 2023 se registraron en todo el mundo 590 millones de accesos al ChatGPT, con
un consumo estimado de electricidad equivalente al consumo anual de 175.000
personas. Del mismo modo, se está observando un aumento de los costes, lo que
tiene implicaciones de sostenibilidad económica y de limitaciones de
aplicabilidad, ya que, a juicio de la RAC, “la posibilidad de desarrollo en la
frontera del conocimiento se restringirá cada vez más a corporaciones y organizaciones que puedan
disponer de los medios tecnológicos, humanos y económicos”.
Otro factor que
incide en el impacto ambiental de la IA es la elección del centro de datos,
debido a que su huella de carbono depende directamente de su eficiencia y de su
ubicación. Este último factor es, según la Academia, el más importante para la
huella de carbono total debido a la gran variabilidad entre países. Y es que,
por ejemplo, la emisión varía desde menos de 20 gCO2e por kWh en Noruega y
Suiza, hasta más de 800 gCO2e por kWh en Australia, Sudáfrica y algunos estados
de Estados Unidos.
Para optimizar
el uso de los centros de datos, se está trabajando en el desarrollo de marcos
de actuación y algoritmos que gestionen dinámicamente las cargas de los
servidores, ajusten los sistemas de enfriamiento y optimicen la asignación de
recursos para reducir el consumo de energía en los centros de datos.
“Aunque sea un asunto poco conocido, la realidad es que la IA tiene mucho
impacto en gasto de energía y agua. Hay algunas fórmulas para aliviar el
problema, como son los llamados ‘algoritmos verdes’, con beneficios de los que
en la RAC ya nos hemos hecho eco en declaraciones anteriores. Otras opciones
son reducción de memoria y complejidad computacionales y el aumento de la
calidad de los datos a procesar”, recalca el profesor Esteban Domingo,
vicepresidente de la RAC y uno de los autores de la declaración.
Adecuación de
la ley de mecenazgo
Al mismo
tiempo, en la declaración se destaca la importancia de aumentar los incentivos
fiscales para el mecenazgo de proyectos de investigación que se vayan a
desarrollar en centros públicos o como una colaboración público-privada; así
como de reducir la carga burocrática porque, tal y como se advierte, “lastra”
la solicitud, ejecución y evaluación de proyectos científicos.
Finalmente, la
RAC insiste en la necesidad de garantizar en España la coordinación
internacional para responder a los desafíos que plantea la ciencia básica,
avisando de que hay un largo recorrido hasta acercarse no solo a una inversión
en ciencia parecida a la de países del entorno sino a la eficiencia de su uso.
“Esta declaración como las anteriores responde al deseo de la RAC de pronunciarse sobre aquellos problemas sociales donde la opinión científica es decisiva. En su Declaración anual la RAC aborda cada año un foco especial. El objetivo no es otro que usar la experiencia de la RAC, que es una organización interdisciplinar e independiente, para prestar un servicio de opinión a la sociedad”, ha aseverado la profesora Ana Crespo, presidenta de la RAC.