Programas de divulgación

Programa 2014-15

Un Académico del siglo XIX con proyección internacional sin parangón: el General Ibáñez

Jesús Ildefonso Díaz Díaz

Catedrático de Matemática Aplicada de la Universidad Complutense de Madrid. Fue cofundador y Presidente de la Sociedad Española de Matemática Aplicada (SEMA), fue miembro del Comité de refundación de la Real Sociedad Española de Matemáticas (RSME). Director del Instituto de Matemática Interdisciplinar (IMI) de la UCM. Es miembro del Comité Editorial de 10 revistas internacionales (entre ellas del Journal of European Mathematical Society). Responsable europeo del proyecto "FIRST" (periodo 2010-2013: presupuesto 4 millones de euros). Académico Numerario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid. Doctor Honoris Causa por la Université de Pau (Francia)

Resumen

La valoración internacional de los científicos españoles del siglo XIX fue puesta en cuestión desde que arrancase la llamada "polémica de la ciencia española" y a la que contribuyó en gran medida el discurso de recepción en esta Academia, en 1866, de un jovencísimo Echegaray que con tan solo 31 años subrayó las carencias en la "matemática pura". Sus palabras, que al final de su vida matizaría, y la negativa leyenda sembrada por tantos otros no hacía justicia con la obra de otros muchos científicos, de procedencia cercana a la matemática aplicada y a la ingeniería, que sin embargo recibieron el respaldo de la comunidad científica internacional. Entre ellos, sin ningún género de dudas se ha de mencionar al Académico de la Sección de Exactas Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero (1825-1891). Tras ingresar a los 13 años en el arma de Ingenieros militares (en esa época no existían estudios similares ajenos al encuadramiento militar) desarrolló una carrera meteórica (a los 29 años ya era Coronel y a los 46 General) por sus muchos méritos, en nada relacionados con la inestable política española de ese siglo.

Su primera mención relevante fuera de nuestras fronteras le vino al inventar lo que hoy día es conocido como ‘aparato Ibáñez’, también llamada ‘regla española’, destinado a medir bases de triangulación geodésica (él fue el principal promotor español de la geodesia en España), con el que se realizó, bajo su dirección, la medición de la base central de la triangulación geodésica de España, iniciada en Madridejos (Toledo), entre 1856 y 1859. La Academie des Sciences de París reconoció este hito como un logro trascendente, y de hecho le eligió en 1885 como Miembro Correspondiente Extranjero (una distinción que muy pocos científicos españoles han conseguido, incluso contando hasta nuestros días). En el campo de la geodesia, su otra gran aportación fue la unión geodésica y astronómica de España y África, realizada por iniciativa suya en 1879. El mayor de los arcos de meridiano proyectados, ya citado antes, debía partir de las islas Shetland, al norte de Escocia, y terminar en el Sáhara. La medición se hallaba interrumpida en una extensión de 270 kilómetros porque las tentativas de enlazar las triangulaciones de ambos continentes, Europa y África, no habían dado resultado satisfactorio hasta entonces. Finalmente se consiguió el enlace geodésico entre los picos de Mulhacén, en España, y Filhaoussen, en Argelia, así como el enlace astronómico entre los picos de Tetica y M’Sabiha. En honor de esta gesta la Reina María Cristina le otorgó la distinción de Marqués de Mulhacen (que gustaba utilizar al firmar sus escritos desde entonces).

Pero sin duda, su excepcional proyección internacional le vino por ser el primer presidente del Comité Internacional de Pesas y Medidas, que en 1875 logró la firma de un Convenio Diplomático para el reconocimiento del metro.

En 1889, la Academia de Ciencias de París, le otorgó el premio Poncelet (que por cierto también era General) por esta operación y por la precisión alcanzada en sus grandes misiones geodésicas. La Comisión encargada de otorgar el premio estaba formada por Poincaré, Hermite, Jordan y Darboux. Otros merecedores de ese premio en años anteriores habían sido Lord Kelvin, Clasius, Laguerre, Hadamard y los propios Darboux y Poincaré. Además, es de los pocos españoles cuyo apellido da nombre a un cráter en la Luna.

Las aportaciones del General Ibáñez también se extendieron a otros ámbitos, siendo especialmente de reseñar el haber sido fundador del Instituto Nacional Geográfico, al que luego se le añadió la componente estadística. Si bien tras su muerte, acaecida en Niza, durante lo que él mismo calificó como su "exilio voluntario", se produjeron diferentes actos de reconocimiento dentro y fuera de nuestras fronteras, a juicio de este conferenciante, sus aportaciones no han recibido aún la valoración que justamente se merecen en el seno del ambiente académico. La polémica de la ciencia española está ya cerrada desde hace muchos años y es justo asignar el protagonismo de épocas pasadas no a quienes hicieron más ruido sino a quienes realmente lo merecían bajo baremos de calidad incontestables.